Karma y Reencarnación

 

El karma es la energía de Dios en acción. Originada en la Mente de Dios, la energía, acción-reacción-interacción, es la Trinidad del Logos. El campo de fuerza creativo de la Mente de Dios es la fuente del karma.

La palabra karma se ha usado tanto de forma amplia como estrecha a lo largo de los siglos para definir los conceptos en constante evolución del hombre sobre la causalidad, la Ley Cósmica y su relación con esa Ley. Los antiguos orígenes de la palabra son una llave energética que gobierna el flujo del Espíritu a la Materia. Karma, de acuerdo a los Maestros Ascendidos, es tomada de la raíz lemuriana que significa «la Causa del Rayo en Manifestación», de ahí la palabra «Ka- Ra-Ma».

El karma es Dios, Dios como ley; Dios como principio; Dios como voluntad, sabiduría y amor del Espíritu convirtiéndose en Materia. La ley del karma es la Ley del ser, estando siempre en estado de transformación, el movimiento del Ser que trasciende al Ser.

El karma es la ley de los ciclos, el movimiento que entra y sale a través de las esferas de la propia conciencia cósmica de Dios: la inhalación y exhalación del SEÑOR.

A lo largo de las siete esferas del cosmos Espíritu-Materia, el karma es la ley de la creación, el antakarana de la creación. Es la integración del flujo de la energía entre el Creador y la creación. El karma son causas que se convierten en efectos, efectos que se vuelven causas, que a su vez se convierten en efectos. El karma es la gran cadena de la jerarquía, eslabón por eslabón que transfiere las energías de Alfa y Omega, el comienzo y el fin de los ciclos.

 

Karma de Dios

“En el principio Dios creó el cielo y la tierra”, y se inició la cadena de acción-reacción-interacción. Dios, la Primera Causa, creó el primer karma. Por su voluntad de ser, Dios quiso ser tanto Creador como creación y, de esta manera, puso en movimiento el movimiento eterno de su energía: el karma. Por el eterno deseo de Dios de ser Dios, el gran Ser hace permanente la ley del karma en los ciclos del cosmos. La creación de Dios es su karma. Los hijos e hijas de Dios son el karma de Dios el altísimo viviente.

El karma de Dios es el karma de la perfección; la perfección es el flujo de la armonía del Espíritu a la Materia y de la Materia al Espíritu. El karma de Dios, al cumplir la ley de su energía en movimiento, puede entenderse como el movimiento de su voluntad en una sucesión interminable de fuerzas primarias que producen fuerzas secundarias y fuerzas terciarias y así sucesivamente e indefinidamente, desde el centro de su Ser hasta la circunferencia y desde la circunferencia al centro. El karma de Dios es la sincronización de tales fuerzas cósmicas que interactúan a través de campos de fuerza cósmicos, extendiéndose hasta los límites de su habitación en el Espíritu y en la Materia.

 

Libre albedrío y karma

Sin libre albedrío no puede haber karma, ni en Dios ni el hombre. El libre albedrío es la representación del Espíritu Santo, la causa del rayo en manifestación. El libre albedrío es el punto crucial de la ley de la integración. Solo Dios y el hombre pueden incurrir en karma, pues solo Dios y Dios en el hombre tienen libre albedrío. Todas las demás criaturas, incluyendo la vida elemental, la evolución dévica y la angélica— son instrumentos de la voluntad de Dios y la del hombre. Por ello son instrumentos del karma de Dios y el hombre.

El hombre, hecho un poco menor que los ángeles, ya está confinado a las esferas inferiores de la relatividad. Por tanto, cuando genera karma negativo, simplemente permanece en su nivel mientras lo equilibra. Pero un ángel que se rebela contra la voluntad de Dios es retirado de su elevado estado en el que tiene una identificación completa con Dios, y es relegado a las esferas inferiores de la morada del hombre para que equilibre la energía de Dios que ha cualificado mal.

 

Karma y Destino

Hoy en día, la palabra karma se utiliza como un sustituto de moda de la palabra destino. Pero creer en el karma no es fatalismo. El karma, de acuerdo a los hindúes, puede hacer que las personas nazcan con ciertas tendencias o características, pero no las obliga a actuar de acuerdo con esas características. El karma no niega el libre albedrío.

Cada persona «puede elegir seguir la tendencia que ha formado o luchar contra ella», como explica la Sociedad Vedanta, una organización que promueve el hinduismo en Occidente. “El karma no constituye determinismo”, leemos en La Enciclopedia de Filosofía y Religión de Oriente. «Las obras determinan de hecho la forma de renacer, pero no las acciones del individuo renacido; el karma proporciona la situación, no la respuesta a la situación».

El budismo está de acuerdo. Buda enseñó que la comprensión del karma nos da la oportunidad de cambiar el futuro. Desafió a un maestro contemporáneo llamado Makkhali Gosala, quien enseñó que el esfuerzo humano no tiene efecto sobre el destino y que la liberación es un evento espontáneo. Para Buda, creer en la predestinación, o en el destino, era la más peligrosa de todas las doctrinas.

 

Karma y Cristiandad

La ley del karma está asentada en toda la Biblia. El apóstol Pablo deja en claro lo que Jesús le enseñó y lo que aprendió de la vida:

Porque cada cual llevará su carga….

No os engañeis: Dios no puede ser burlado, que todo lo que el hombre sembrare, eso también segará [Gálatas 6:5,7] .

El karma puede traer ayuda y bendiciones a aquellos que han sembrado bien de acuerdo a la regla de oro: «Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti».

La ley de causa y efecto y del libre albedrío es afirmada por Jesús una y otra vez en sus parábolas a los suyos y en sus advertencias a la simiente del malvado. Nuestro Señor habla a menudo del día del juicio, que es el día del ajuste de cuentas, las cuentas kármicas de cada hombre tal como está registrado en su propio libro de la vida. En Mateo 12:35–37, da una lección a los escribas y fariseos sobre la ley de la causa y efecto:

El hombre bueno del buen tesoro del corazón saca buenas cosas [por ej., karma positivo]: y el hombre malo del mal tesoro saca malas cosas [por ej., karma negativo].

Mas yo os digo, que toda palabra ociosa que hablaren los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio;

Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.

En Mateo 25 Jesús ilustra que el juicio final se basa en el karma de un cristianismo activo (positivo) o inactivo (negativo). Aquí las obras de amor (es decir, la caridad) son la clave para la salvación. El Señor promete a los que le ministren, incluso en la persona de “a uno de estos mis hermanos pequeñitos» [Mateo 25:40], que heredarán el reino; mientras que a los que no le ministren por el amor mismo de Cristo en todas las personas, él dice: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y para sus ángeles» [Mateo 25:41] .

El apóstol Pablo, en sus exhortaciones a los tercos romanos, confirma la enseñanza de Jesús sobre el pago del karma:

[Dios] pagará a cada uno conforme a sus obras. A los que perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, la vida eterna; mas a los que son contenciosos, y no obedecen a la verdad, antes obedecen a la injusticia, enojo e ira. Tribulación y angustia sobre toda persona humana que obra lo malo…; mas gloria y honra y paz a cualquiera que obra el bien… Porque no hay acepción de personas para con Dios [Romanos 2: 6,11 Biblia de Jerusalén].

En su Sermón de la Montaña, Jesús indica la precisión matemática de la ley del karma: «Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido» [Mateo 7:2]. De hecho, todo el sermón (Mateo 5–7) se trata de la doctrina de Jesús sobre las recompensas de la conducta justa e injusta. Se trata de su enseñanza sobre las consecuencias de los pensamientos, los sentimientos, las palabras y acciones. Es la lección más grande sobre el karma, ya que la ley de la responsabilidad personal por los actos de cada uno, la encontrarán en cualquier lugar.

 

Karma y astrología

Apropiadamente entendida, la astrología predice con precisión el retorno del karma. Mediante la astrología es posible trazar el tiempo y la manera en que las personas, instituciones, naciones y planetas reciben su karma y sus iniciaciones. Cada signo del zodiaco y cada planeta es un iniciador y pueden desempeñar el papel de gurú en nuestra vida.

No es nuestra astrología la que nos crea, sino que somos nosotros quienes creamos nuestra astrología. Nuestra astrología al nacer ha codificado dentro de ella la suma del karma que los Señores del Karma han decretado que enfrentaremos en esta vida. Y cuando el karma regresa, somos probados. Cada individuo responderá a su astrología, de ahí su karma, de acuerdo con la psicología de la personalidad desarrollada a través de muchas encarnaciones.

Lo que consideramos una «mala» astrología realmente indica nuestra propia vulnerabilidad kármica. Nos dice que seremos vulnerables a un tránsito en particular y los impulsos acumulados que depositará en nuestra puerta en un día y en una hora determinada se pueden conocer de antemano.

 

El karma como oportunidad

Cuando las personas hablan del karma, a menudo piensan en la ira de Dios, en el castigo, en la idea de que si han sido malos antes, tendrán que sufrir ahora. Esta es una ramificación más de las enseñanzas del fuego del infierno y la condenación, los conceptos que han sido propuestos por Lucifer para frustrar la verdadera doctrina cristiana.

El karma no es un castigo. El karma que regresa a nosotros es simplemente la ley de la causa y el efecto: por cada mal que hayamos cometido, debemos anticipar que en el futuro tendremos una feliz oportunidad para deshacer ese mal. Y tenemos que aprovechar esa oportunidad con alegría porque aquí tenemos la oportunidad de equilibrar nuestras deudas con la Vida.

El retorno del karma es la gloriosa oportunidad para que seamos libres, para que aprendamos la ley del desapego, la falta de posesividad y para que nos demos cuenta de los efectos de las causas que hemos puesto en movimiento. Es completamente natural y apropiado que podamos recibir todo lo que hayamos enviado. Si hemos enviado amor, tenemos derecho a saber qué se siente recibir amor a cambio, y si hemos sembrado odio o tristeza, eso también volverá. Y cuando vuelva, no deberíamos tener la sensación de que eso es injusto.

La transmutación del karma

Saint Germain enseña el sendero acelerado de la transmutación del karma con la llama violeta del Espíritu Santo y la trascendencia de las rondas de renacimiento a través del sendero de la cristeidad personal que conduce a la ascensión demostrada por Jesús.[1]

 

El karma en la Biblia

El apóstol Pablo deja claro lo que Jesús le enseñó y lo que aprendió de la vida:

Cada uno llevará su propia carga…

No os dejéis engañar; Dios no puede ser burlado: porque todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.

Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.

Y no nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.

Así que, según tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos. [Gálatas 6:5,7 – 10]

Dado que a menudo no es posible cosechar todas nuestras cosechas en una sola vida, la ley del karma se cumple a través de la ley corolaria de la reencarnación. La reencarnación es la misericordia de Dios que nos permite cosechar la cosecha de nuestras siembras pasadas aquí en la tierra en lugar de enviarnos prematuramente al “cielo” o al “infierno”, cuando no estamos preparados para ninguno de los dos y todavía tenemos cosas que hacer en la tierra.

La reencarnación nos da la oportunidad de aprender las lecciones que nuestro karma que regresa, bueno y malo, nos enseña con su disciplina exigente. Entonces, el libre albedrío nos permite elegir capitalizar nuestra cosecha de talentos y buenas obras y pagar la deuda o “equilibrar” nuestro mal uso de la luz, la energía y la conciencia de Dios.

El karma puede traer beneficios y bendiciones a aquellos que han sembrado bien de acuerdo con la regla de oro: “Haz con los demás lo que te gustaría que hicieran contigo”. Pero para aquellos que han sembrado la mala semilla del egoísmo y el amor propio (como todos lo hemos hecho en una vida u otra), el karma es un capataz: exige cada jota y cada tilde de la ley hasta que todo se cumpla. [Mateo 5:18]

Sin embargo, incluso cuando el karma, como el gran iniciador, llama a nuestra puerta, aún podemos optar por no hacer las cosas bien y seguir violando los derechos de los demás mientras usamos y abusamos libremente de la energía de Dios.

Pero no podemos salirnos con la nuestra para siempre. La ley cósmica de compensación no lo permitirá. Porque Dios, en la medida en que encarna su ley del karma, no será burlado para siempre: O nos arrojamos sobre la Roca de Cristo y permitimos que se rompan nuestros impulsos negativos, de lo contrario, como está escrito, la Roca de Cristo como el vengador de nuestro karma nos reducirá a polvo. [Mateo 21: 42,44. Lucas 20: 17,18]

karma y gracia

Algunos cristianos niegan la ley del karma basándose en ciertos pasajes de las epístolas que enfatizan la salvación por la fe y la gracia. Dicen que las buenas obras, aunque son una parte importante de la vida cristiana, no son garantía de salvación. Y dicen que porque Cristo murió por nuestros pecados, no estamos obligados a pagar el precio por ellos.

Somos salvos por la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Pero el verdadero significado de “salvo” es que la gracia de Jesús nos permite el tiempo y el espacio a través de la reencarnación para expiar nuestras fechorías y errores. Somos “comprados por precio”, [Corintios 6:20; 7:23] como dijo Pablo. Y Cristo, como el gran portador de la carga de nuestro karma, ha pagado el rescate. Pero inherente a la gracia de Cristo está nuestra obligación de entrar en el camino de la expiación hacia la resurrección y la vida eterna.

Cuando alcancemos la mayoría de edad espiritualmente y estemos listos como coherederos con Jesucristo [Romanos 8:14-17; Gálatas 3: 26,29; 4:4-7] para recibir nuestra herencia de la Luz que Él llevó, entonces el Dios Padre-Madre nos exige, como dijo Pablo, que llevemos nuestra propia carga de karma y transmutarlo a través del servicio a la vida y por los fuegos alquímicos del Amor, específicamente la “llama violeta”, que invocamos del Espíritu Santo.

La enseñanza de Jesús sobre la ley de causa y efecto

La ley de causa y efecto y del libre albedrío es afirmada por Jesús una y otra vez en sus parábolas a los suyos y en sus advertencias a la simiente de los malvados. Nuestro Señor habla a menudo del día del juicio, que es el día del ajuste de cuentas de las cuentas kármicas de cada hombre registradas en su propio libro de la vida. En Mateo 12:35–37, les da una conferencia a los escribas y fariseos sobre la ley de causa y efecto:

El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca cosas buenas [es decir, karma positivo]: y el hombre malo, del mal tesoro saca cosas malas [es decir, karma negativo].

Mas yo os digo, que de toda palabra ociosa que hablaren los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.

Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.

Jesús dice que un hombre será justificado por sus palabras justas y veraces y condenado por sus palabras injustas y falsas. La gracia del Señor lo salvará solo si es obediente a la ley del Amor: “que os améis unos a otros como yo os he amado” [Juan 13:34; 15:12].

Esta ley del Amor está plasmada en el primer y gran mandamiento que Jesús nos enseñó:

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.

Y se encarna en el segundo que es semejante a él:

Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Jesús dijo que “de estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas” [Matero 22:37,39,40]. Verdaderamente, el amor es el cumplimiento de la ley del karma; y nuestra obediencia al llamado del Amor es nuestra mayor seguridad de que no seguiremos haciendo karma negativo, cuya cosecha seguramente recogeremos.

En Mateo 25, Jesús ilustra que el juicio final se basa en el karma de un cristianismo activo (positivo) o inactivo (negativo). Aquí las obras de amor (es decir, la caridad) son la clave de la salvación. El Señor promete a los que le ministran incluso en la persona de “uno de estos mis hermanos más pequeños” [Mateo 25:40] que heredarán el reino, mientras que a los que no le ministran por el mismo amor de Cristo en todas las personas, dice:

Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles:

porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;

forastero fui, y no me acogisteis; desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis…

De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, no lo hicisteis a mí.

E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna. [Mateo: 25:41-43,45,46]

El apóstol Pablo, en sus exhortaciones a los obstinados romanos, confirma la enseñanza de Jesús sobre la paga del karma:

[Dios] pagará a cada uno como merecen sus obras. Para los que buscaron renombre y honor e inmortalidad haciendo siempre el bien, habrá vida eterna; para los insumisos que rehusaron tomar la verdad como su guía y en su lugar tomaron la depravación, habrá ira y furia. El dolor y el sufrimiento vendrán a todo ser humano que se emplea en el mal…; renombre, honor y paz alcanzarán a todo el que hace el bien… Dios no tiene favoritos [Romanos 2:6-11]. (Biblia de Jerusalén)

 

El sermón de la montaña

Verdaderamente, el Gran Legislador, que nos enseña a través de nuestros experimentos sobre el libre albedrío, la conciencia y la ley de causa y efecto, no hace acepción de personas, [Deuteronomio. 10:17; 2 Samuel. 14:14; Hechos 10:34; Romanos. 2:11; Efesios. 6:9; Col. 3:25; 1 Pedro. 1:17.] y por eso su ley del karma es irrevocable.

En su Sermón de la Montaña, Jesús establece la precisión matemática de la ley del karma: “Con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, se os volverá a medir” [Mateo 7:2]. De hecho, todo el sermón (lea Mateo 5–7) es la doctrina de Jesús sobre las recompensas de la conducta justa e injusta. Es su enseñanza sobre las consecuencias de los pensamientos, sentimientos, palabras y acciones. Es la lección más grande sobre el karma, como la ley de la responsabilidad personal por los actos de uno, que encontrarás en cualquier parte.

Pablo enseña la doctrina de Cristo de las recompensas por el trabajo cuando escribe a la iglesia en Corinto:

Cada uno recibirá su propia recompensa de acuerdo con su propio trabajo….

La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, porque por el fuego será revelada; y el fuego probará la obra de cada uno de qué clase es.

Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa.

Si la obra de alguno fuere quemada, él sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo; sin embargo, así como por fuego. [Corintios 3:8, 13-15]

Ahora, el autor de Hebreos dice: “Sin fe es imposible agradar a Dios” [Hebreos 11:6] y Pablo escribe a los santos en Éfeso: “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” [Efesios 2:8,9] Aquí es evidente que las buenas obras por sí solas no satisfacen toda la ley de salvación. Sin embargo, sin ellos no tenemos ninguna prueba de nuestro discipulado en Cristo, llamados como somos por nuestro Señor a ser “hacedores de la Palabra y no solamente oidores” [Santiago 1:22].

 

Karma en el Libro de Apocalipsis

El apóstol Juan escribió en Apocalipsis 20:12: “Fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras”. Los libros a los que se hace referencia aquí son el libro de la vida de cada hombre en el que están inscritos los registros de sus obras: su karma positivo y negativo. Apocalipsis 20:13 repite la declaración de que los muertos fueron juzgados “cada uno según sus obras”, es decir, su karma.

 

En ninguna parte de Apocalipsis leemos que estos violadores del amor de Cristo son salvados por una confesión de último minuto en el lecho de muerte de Jesucristo como su Señor y Salvador. Más bien, como nos recuerda Santiago, “la fe sin obras es muerta” [Santiago 2:20,26].

Además, Apocalipsis no dice que los muertos sean juzgados o vindicados solo por la fe, o solo por la gracia, o, en realidad, solo por las obras; porque los tres son indispensables para la vida eterna.

Apocalipsis 21:7, 8 y 22:12–14 establecen con un tono de finalidad la enseñanza de Jesús sobre el karma. Al dictar a través de Juan el Revelador, Jesús define dos caminos: el camino de los vencedores y su recompensa, y el camino de los violadores de las leyes de Dios y su final en la «segunda muerte», que es la cancelación misericordiosa del potencial del alma que ha negado la encarnación de Dios dentro de su templo:

El que venciere heredará todas las cosas; y yo seré su Dios, y él será mi hijo.

Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda…

Y he aquí, vengo pronto; y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.

Soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.

Bienaventurados los que cumplen sus mandamientos, para que tengan derecho al árbol de la vida, y puedan entrar por las puertas en la ciudad.

Para que alguien niegue que la ley del karma está en el Nuevo Testamento, tendría que negar todo el peso de todos los versículos citados. También tendría que negar la ley y los profetas del Antiguo Testamento, porque Jesús, que es el autor y consumador de nuestra fe, [Hebreos 12:2] dijo que no vino a abrogar sino a cumplir la ley y los profetas [Mateo 5:17]. La evidencia es concluyente de que la ley del karma es ineludible en la tradición judeocristiana.[2]

 

Reencarnación, a la que los maestros ascendidos a veces se refieren como reencarnación, es el renacimiento de un alma en un nuevo cuerpo humano. El alma continúa regresando al plano físico en un nuevo templo corporal hasta que equilibra su karma, alcanza el dominio de sí mismo, supera los ciclos del tiempo y el espacio y finalmente se reúne con la Presencia YO SOY a través del ritual de la ascensión.

 

Evidencia de la reencarnación

Uno de los apoyos más fuertes para el concepto de reencarnación es el niño prodigio, el niño que a una edad increíblemente temprana muestra cualidades de genio. La diferencia entre un niño promedio y uno de genio no radica en los genes sino en el espíritu dentro de la casa de barro. Como Jesús y Kuthumi han explicado, el niño prodigio ha desarrollado su talento a través de muchas rondas de encarnación en la tierra, así como a través de la formación en el mundo celestial.

En preparación para tal encarnación, el alma trabaja de la mano con la Junta Kármica y los futuros padres para asegurarse de que ella crezca en el entorno terrenal más propicio para la expresión de su talento.

De hecho, todos tenemos la mayor oportunidad posible para desarrollar nuestro potencial espiritual. La Junta Kármica y los Poderes Superiores que actúan en nombre de la humanidad bajo la guía de Dios determinan, dentro de los límites de la ley kármica, los padres y la naturaleza del templo del cuerpo que se crea para albergar el alma en progreso. En la mayoría de los casos, la memoria se embota misericordiosamente por decreto divino para que el individuo no tenga los lazos con un padre, una madre o una situación familiar anterior. El alma tampoco está tan fuertemente sujeta a viejos patrones de hábitos limitantes de los que deseaba escapar, aunque ciertas características pueden recrearse y presentarse vida tras vida.

 

Reencarnación en la Biblia

Cuando Jesús reunió a sus discípulos a su alrededor, discutieron las enseñanzas de la reencarnación libremente y con familiaridad. Se registró una de esas discusiones, y parece que se pasó por alto en el cuidadoso proyecto emprendido para eliminar grandes verdades de las Escrituras. Quizás se pasó por alto, o quizás se dejó porque se sintió que la mayoría de la gente no tomaría las palabras literalmente.

Jesús y los discípulos estaban hablando de la venida del profeta Elías. Para los discípulos, la palabra venida significaba la venida del alma a la manifestación o el nacimiento. Las escrituras dicen que un precursor que tenga el espíritu y el poder de Elías el Profeta debe preceder a la venida de Jesús. Los discípulos estaban especulando sobre si Elías había nacido o no. Jesús les respondió: “’Os digo que Elías [Elías] ya ha venido, y no le conocieron, pero hicieron con él todo lo que quisieron …’ Entonces los discípulos entendieron que les hablaba de Juan. el Bautista ”[Mateo 17:10-13].

 

La ciencia del renacimiento

Los procesos de la reencarnación son esenciales para la evolución espiritual del hombre y, cuando se los entiende adecuadamente, pueden ser una clave para su libertad inmortal. Cuando el hombre desgasta el abrigo con que se ha vestido durante un tiempo, Dios le dará otro, y al final le dará la vestidura sin costuras, un cuerpo imperecedero e incorruptible en el que morará para siempre, sujeto solo a las leyes de progresión eterna que conducen al hombre hacia adelante y hacia arriba, hacia el reino del día perfecto.

Al Padre Celestial no le resulta ni extraño ni difícil tomar un alma que se haya marchado de su templo corporal y ponerla en una nueva y saludable forma corporal. La finalidad es proporcionar una continuidad a la experiencia en la escuela de la Tierra, aunque el cuerpo viejo se gaste.

Las flores nacen y maduran, mostrando su belleza brevemente; después, los pétalos caen para mezclarse con el polvo. Con la llegada de la primavera, vuelven a aparecer. ¿Quién puede negar que el alma de la flor no sobrevive y permanece entre los bastidores de las etapas de la vida, esperando la señal del apuntador para hacer otra entrada? Y así es que vuelve a brotar para agradar los ojos y el corazón de los hombres.

Así, el registro kármico de una corriente de vida se transfiere a un nuevo templo corporal. El principio de la vida en ese templo corporal con un nombre nuevo y una situación distinta se convierte en una oportunidad reciente para que el niño-hombre vuelva a expandir sus bracitos y trate de alcanzar las estrellas de virtud cósmica que, en el pasado, pudieran habérsele escapado.

 

El propósito de la reincorporación

Cuando se entiende correctamente, la verdad de la reencarnación (más extraña que la ficción de una vida) ofrece la mayor esperanza para la humanidad. La reencarnación no es ni una excusa ni una liberación de la total responsabilidad y obligación kármica por los errores propios. Al contrario, la reencarnación provee una continuidad de la experiencia en la Tierra, la cual (aunque se mueve en secuencias interrumpidas) es el medio por el cual el alma puede evolucionar progresivamente hacia la victoria, la maestría sobre sí misma y el logro.

Se puede hacer la pregunta: ¿Cuál es el propósito real de la reencarnación? La propia naturaleza dará la respuesta. Cuando Dios creó al hombre a su propia imagen, fue a imagen de la inmortalidad. La caída del hombre desde esa imagen superior hacia la esclavitud de la carne dio como resultado un registro kármico negativo y, si el hombre solo tuviera una encarnación, le habría evitado manifestar la vida eterna.

La verdadera finalidad de la reencarnación es la de proporcionar la oportunidad —los ciclos de años y acontecimientos— para que el hombre pueda vivir y aprender a actuar bien. ¡Qué espantoso sería si los millones y millones de almas que han ido y venido a este planeta sin haber tenido la oportunidad de escuchar las enseñanzas del Maestro Jesús no tuvieran esperanza de una futura oportunidad de seguir sus pasos![3]

[1] TSL encyclopedia/Karma (2023, marzo 25) https://encyclopedia.summitlighthouse.org/index.php/Karma/es
[2] TSL encyclopedia / Karma in the Bible (2023, marzo 25) https://encyclopedia.summitlighthouse.org/index.php/Karma_in_the_Bible
[3] TSL.encyclopedia / Reincarnation (2023, Marzo 25) https://encyclopedia.summitlighthouse.org/index.php/Reincarnation/es